Por J. Tomás Martínez Gutiérrez
Escrita en París en 1960, según
consta en la última página de la novela y publicada por primera vez
en 1991, Y Matarazo no llamó narra la historia de Eugenio Yáñez,
un oficinista quincuagenario que un día mientras observa una
incipiente huelga de obreros, harto de su soledad, de su existencia
sin emociones y asfixiado por la apatía, decide romper con su
condición de espectador y solidarizarse con su prójimo. A
hurtadillas se acerca a un contingente que hace guardia una fría y
lluviosa noche. Con cierta sorpresa observa que aquellos hombres no
lanzan discursos ni planean la toma del poder, se quejan de no tener,
una noche más, ni un cigarro para pasar las horas. En un acto que lo
sorprende a sí mismo, Yáñez decide ir a la tienda y comprar varias
cajetillas de cigarros, de diversas marcas para que los obreros
puedan escoger los de su preferencia. Yáñez es recibido como uno
más en el grupo, un simpatizante quien, pese a su inexperiencia,
tiene potencial. En la militancia política, como en las
hagiografías, los conversos pueden terminar siendo los grandes
pilares de la fe renovada, o al menos eso le dan a entender. A partir
de ese momento, Yáñez establece un vínculo con aquellos hombres,
un grupo que se muestra gradualmente más heterogéneo de lo que se
había podido imaginar el protagonista. Con el grupo de obreros, un
día aparece en su departamento Matarazo, un enigmático hombre cuyo
lugar en el grupo y su influencia en la organización son, hasta el
final, inciertos.
La novela construye una atmósfera
densa en la que la desconfianza, las medias verdades, los celos de
militante y las intrigas políticas, se entrelazan para construir la
imagen de Yáñez, de Matarazo y de los obreros que encabezan la
huelga, pero sobre todo, para crear una imagen de un sistema político
policial en el México de los años cincuenta. Se trata de un poder
político con su policía secreta capaz de infiltrar cada rincón
del país y de actuar con total impunidad; de un poder político que
actúa con la anuencia y la complicidad de la burocracia y la
temerosa clase media, hundida en sus aspiraciones y carencias, que
vive esperando los fines de semana para poder ir a los cines y
neverías de moda. Es una atmósfera creada a partir de un tono
intimista y la mirada ingenua de Eugenio Yáñez, un hombre abúlico,
tocado por la desgracia desde una edad temprana y quien había
aceptado vivir sin tomar ningún tipo de decisiones. La imagen que
éste se crea de Matarazo, la imagen que el lector va construyendo a
través de su mirada, es el hilo conductor para recorrer los
laberintos del poder irracional y avasallador de sistema político
autoritario. La imagen de Eugenio Yáñez esperando en su
departamento la llamada Matarazo, como si de ella dependiera su vida,
resume toda la soledad y la impotencia de un hombre cualquiera
esperando que una fuerza exterior lo arranque de su indefinición.
Elena Garro, esa figura tantas veces
inmersa en la polémica y últimamente tan retomada por los cultural
studies, nos entrega una novela de la que poco se ha dicho, una novela
cuyas virtudes literarias estriban no en su experimentación como en
su ritmo y tensión narrativa, en capacidad para recrear el reducido
mundo de un hombre terriblemente gris y, a partir de ahí proyectar
un universo exterior amplio y complejo que apenas se deja adivinar,
en un sentido inverso a la mirada de la novela que busca ser
abarcadora para mostrar la complejidad del engranaje político.
Garro, Elena. Y Matarazo no llamó.
México, Grijalvo, 1991.
Gracias por la información.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario, acabo de leerla en PDF y quizás la hubiera disfrutado más en formato impreso, Tenía prisa por terminarla pues el viernes próximo la comentaremos en nuestro club de lectura. me deja una buena impresión y espero tener tiempo para "Los recuerdos del porvenir".
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