martes, 29 de octubre de 2013

Pretexta o el cronista enmascarado




Edición del 2011

Por J. Tomás Martínez Gutiérrez

Pretexta, de Federico Campbell, fue publicada por primera vez en 1979, por el Fondo de Cultura Económica, y recientemente, en 2011, por Ediciones sin Nombre y la Universidad del Claustro de Sor Juana. La historia de sus ediciones –al menos cinco, aunque al parecer hay discrepancias–, y las implicaciones de las variaciones y modificaciones que se han ido introduciendo en cada una de ellas, daría lugar a un extenso artículo que por ahora nos vemos en la necesidad de posponer.  Baste decir que la persistencia a lo largo de más de 30 años de Pretexta y sus maneras de abrirse camino en el mundo editorial nos habla de una novela compleja, de un escritor comprometido con su proyecto estético y, sobre todo, de una obra vigente en este inicio de milenio.

Conocida desde la segunda edición como Pretexta o el cronista enmascarado, la novela narra la historia de Bruno Medina, escritor fracasado y periodista mediocre que regresa a su ciudad natal para emprender el proyecto con el que piensa obtener el éxito que siempre ha buscado. Decide, con tal propósito, publicar una singular revista en la que tenga cabida la nota roja, la crónica de vodevil y la lucha libre, sus grandes pasiones desde la infancia, a las que agrega después la política. Sin embargo, ante los malos resultados de la revista, acepta el encargo de escribir un libelo en contra del profesor Álvaro Ocaranza, un antiguo maestro en su paso por la universidad, exmilitante de izquierda y periodista reconocido por su postura crítica frente al gobierno.

Las acciones tienen lugar en una ciudad localizada en la frontera con Estados Unidos. Pese a que en las primeras ediciones no se menciona el nombre de la ciudad, la alusión a ciertos monumentos, a los casinos y al movimiento estudiantil para la obtención de terrenos para la universidad estatal, evocan la ciudad de Tijuana de la primera mitad de la década de los setenta. En ese contexto, Bruno Medina se da a la tarea de reconstruir la historia de vida de Ocaranza a partir de los archivos secretos de la policía. Encuentra en los espacios en blanco de la biografía del profesor la oportunidad de crearle un perfil acorde a sus intereses. Los problemas surgen cuando, en su búsqueda de verosimilitud, comienza a incorporar elementos autobiográficos en la narración, trayendo al presente pasajes de su vida que creía haber olvidado o superado. La cercanía con los bajos mundos de la política, el conocimiento de la capacidad intimidatoria e invasiva del poder del Estado, así como el peso de su propio pasado, llevan al protagonista a perderse en un juego delirante de desdoblamientos.

Primera edición del FCE de 1979.
En Pretexta resuenan los ecos del movimiento estudiantil de 1968, pero también indaga en sus orígenes y repercusiones, siempre marcados por su complejidad. Por eso ha sido descrita como la novela de una época, la de la guerra sucia en el México de los años setenta. Pretexta evoca, siempre indirectamente, el golpe llevado a cabo en 1976 por el régimen político contra el periódico Excélsior, uno de los pocos medios que mantenían una postura crítica y a veces de franca disidencia contra el priísmo, y que derivó en la salida de Julio Scherer de la dirección de dicho diario, y de sus colaboradores más cercanos como Miguel Ángel Grandos Chapa y Vicente Leñero, entre muchos otros personajes que hoy son considerados leyendas del periodismo y la cultura en el país. Alude también a los movimientos ferrocarrileros y magisteriales que marcaron la segunda mitad del siglo XX, y específicamente, el personaje de Bruno trae a la memoria los intrincados mecanismos del poder político contra la disidencia, uno de los cuales fue el libelo difamatorio. Pretexta habla del libelo como instrumento de un poder delirante, como artilugio desproporcionado y desconectado de la realidad, porque en un país en que nadie lee, el libelo difamatorio revela más acerca del poder que lo financia y lo urde, que del sujeto difamado.


Esa es la atmósfera enrarecida y viciada que intenta recrear Pretexta. Pero quien pretenda encontrar en esta novela una crónica en el sentido tradicional puede terminar decepcionado. No es una crónica como la que proponen algunas novelas como las escritas por Luis Spota y algunos de sus predecesores. En Pretexta la noción de crónica es más un metáfora que una realidad se refiere más al carácter de la novela que a su forma compositiva. Nos enfrentamos a una obra que lleva a su composición, a su arquitectura, el juego de apariencias, la turbiedad y el doblez del poder político mexicano. Explora la maquinaria política desplegando, a su vez, una maquinaria compleja, un laberinto, en donde la memoria y el conocimiento del pasado reciente –tan asediados por los medios masivos de comunicación y el mismo poder político, según lo postula la propia novela– son la única posibilidad de encontrar una salida, o al menos, un poco de comprensión acerca de los callejones y las encrucijadas que nos plantea una forma de hacer política, característica del régimen emanado de la revolución mexicana. Una idiosincracia política que, como diría un periodista español, fascinado y confundido por sus formas, ponen en marcha una complejidad hermenéutica que haría palidecer a la política del Kremlin de la era soviética.


Campbell, Federico. Pretexta o el cronista enmascarado. México, Ediciones sin Nombre/ Universidad del Claustro de Sor Juana, 2011.